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Europa dulcificará a Meloni

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El triunfo de Giorgia Meloni produce miedo en Europa, pero quizás no sea tan fiero el león como lo pintan. La Unión Europea se ha convertido en el rompeolas de las políticas populistas en el viejo continente e Italia es un buen ejemplo. «Sea quien sea el próximo primer ministro en Italia, al final gobierna Europa», decía ayer un votante en Roma.

Muchos italianos cansados de la retórica de los partidos que no solventan los problemas del país decidieron quedarse en casa. La abstención ha sido mayúscula y el triunfo se lo ha llevado la candidata más novata que además ha estado en la oposición. Se ha pasado de un Gobierno de concentración nacional en línea con Europa a una coalición de tres partidos de derecha, que no chocará con Bruselas si quiere mantenerse en el poder.

Cuando arreció el fuego de la crisis económica en Italia, el tecnócrata Mario Monti fue rescatado de las instituciones europeas para solventar los problemas. Tras los Gobiernos Renzi y Gentiloni, llegó el populismo del Movimiento Cinco Estrellas de Grillo y la Liga de Salvini, para que a continuación, el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, asumiera la jefatura del Gobierno. Las elecciones han dado la victoria a Hermanos de Italia. Sin embargo, el dique de Bruselas siempre está para contener las llamas populistas y devolver la cordura a la política italiana. 

Los coqueteos del populismo italiano con una salida de la eurozona jamás han fructificado y el euroescepticismo nunca ha ido más allá de declaraciones altisonantes. Lo que haga el nuevo Gobierno en economía, política exterior, inmigración o energía preocupa en Bruselas, pero Roma también debe tener cuidado pues se juega mucho dinero del fondo de recuperación europeo. 

«Un aumento de la deuda pondría a Meloni contra las cuerdas, de ahí que no parezca realista un alejamiento de la ortodoxia europea»

La deuda italiana ronda el 150% del PIB del país transalpino y las propuestas de Meloni de recortar impuestos y aumentar el gasto para beneficiar a las familias y pensionistas podrían incrementarla, lo que ahuyentaría a los inversores y al Banco Central Europeo. Un aumento del coste de la deuda pondría a Meloni contra las cuerdas, de ahí que no parezca realista un alejamiento de la ortodoxia europea, salvo en la reforma del pacto de Estabilidad en la que coincidiría con Francia.

En cuanto a la política exterior, durante la campaña la líder de Hermanos de Italia y la Forza Italia de Berlusconi se han mostrado cercanos a la OTAN y partidarios de mantener el apoyo a Ucrania. Sin embargo, el tercer futuro socio de Gobierno, la Liga de Matteo Salvini, siempre ha sido pro Putin y contrario a las sanciones económicas a Rusia. Aun así, no parece posible un alejamiento de la postura mayoritaria de los 27 que llevaría a romper la unidad con Bruselas y Washington.

El programa del nuevo Gobierno de derecha será soberanista, pero no buscará la confrontación con Europa salvo en la política migratoria. Meloni defenderá a capa y espada los intereses nacionales de Italia en la negociación del nuevo pacto migratorio con la UE. Los problemas podrían venir en caso de que Salvini vuelva a ser ministro del Interior, que abogará por reducir el número de migrantes y por centros de detención en territorio fuera de Europa. 

«La coyuntura económica que se avecina en invierno no favorece que haya una relación turbulenta de Roma con Bruselas»

La llegada al poder de Hermanos de Italia coloca a Roma cerca de los intereses de Budapest y Varsovia. El lema de Meloni «Dios, patria y familia» no es ajeno a Orban o Morawiecki, quienes podrían tener una aliada frente a Bruselas cuando les presiona por violar el Estado de derecho al no respetar la independencia judicial o crear zonas libres de colectivos LGTB. En cambio, los socios del nuevo Gobierno italiano parecen haber olvidado su apoyo a la supremacía del derecho nacional sobre el europeo como ha hecho Polonia. 

Meloni tampoco favorecerá reformas institucionales en Bruselas que disminuyan el poder de las capitales europeas. La extensión de las mayorías cualificadas a la política exterior o la defensa para evitar vetos como proponen Francia o Alemania no estará en la agenda de la política romana. 

La coyuntura económica que se avecina en invierno no favorece que haya una relación turbulenta de Roma con Bruselas. Los problemas internos serán muy complejos como para buscar enemigos en Europa que puedan hacer estallar la coalición de Gobierno. Una cosa son las campañas electorales populistas y otra muy diferente es gobernar. La experiencia de los últimos años nos dice que ningún Ejecutivo italiano supera el bienio y menos si se enfrenta a la UE. Si Meloni quiere gobernar tranquila, dulcificará su discurso con Europa. 


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